El relato de la venta ambulante transparenta muchos aspectos de la vida institucional tucumana. Entre bambalinas se dibujan juegos de poder, mezquindades y negocios. En el medio, los actores.
1. Las cuestiones referidas a la venta ambulante son un tema estrictamente municipal. El gobernador José Alperovich ha quedado entrampado en este laberinto por su forma de ser y por su forma de hacer política. En su afán de manejarlo todo compró un tema que no es propio. Trató de hacerlo solo y no pudo porque, obviamente, también es un tema municipal y atañe, además, a un sector importante en la vida tucumana como es el comercial.
2. Alperovich estuvo reunido con empresarios y se jactó de estar logrando un triunfo. Lejos de ser un verdadero logro es la manifestación de todo lo que se hizo mal antes. Casi con desfachatez el mandatario provincial declaró el viernes: “la Justicia dice que se tienen que ir”. Es cierto lo que dice el gobernador, lo que con tantas preocupaciones encima seguramente no puede recordar es que un mes después de que salió el fallo ordenando erradicar la venta ambulante de la ciudad, él mismo dispuso que no se lo acatara hasta después de los festejos de Reyes. Es increíble, pero aquel Alperovich de 2006 no es el mismo de ahora. Se llevaba todo por delante y ordenaba no acatar una resolución judicial. La máxima autoridad de la provincia disponía no cumplir con la sentencia de la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo. Es lo mismo que si un padre ebrio y con un vaso de güisqui en la mano dice a su hijo que no debe beber.
3. El 10 de septiembre de 2008 Alperovich andaba muy molesto por sus discusiones con los abogados, que, a través del Colegio que los nuclea, planteaban la inconstitucionalidad de la constitución del organismo que iba a nombrar a los jueces. Aquel día el gobernador dijo: “si a un ciudadano común una sentencia demora 10 años en llegarle, ¿de qué sirve?”. Alperovich el viernes se jactaba y se sentía obligado a hacer cumplir una sentencia que no se quiso acatar durante ocho años. De nuevo, con ejemplos así, es difícil sostener la autoridad.
4. Los vendedores ambulantes están en una situación de absoluta ilegalidad. La ordenanza municipal especifica que no debe haber venta callejera. Además, una sentencia (esfuerzo casi personal del ex titular de la FET, Humberto Sánchez) confirma eso. Los puesteros están débiles en cuanto a cantidad. Pasado el festejo de Reyes, la mayoría se fue a los valles, a la celebración del Gauchito Gil, luego seguirán con la fiesta del Queso y, en marzo, con el comienzo de las clases, estarán todos unidos de nuevo en la capital. Pero también están fuertes porque las fiestas de diciembre y del 6 del corriente les han dado oxígeno. Tiene algunos pesos en los bolsillos. Los suficientes como para que le sea más difícil negociar al Gobierno.
5. “El busca no se va, el busca no se va”. Se autodefinieron así y, de esa manera, se presentaron frente a la Federación Económica, ante la Municipalidad o ante la Casa de Gobierno. Los ambulantes tienen ese hábito. Muchos de ellos no dependen sólo del ocasional tucumano dispuesto a comprar mercadería ilegal. El busca tiene algún contrato para realizar tareas específicas en la Legislatura, en el Concejo y, muy posiblemente, recibe alguno de estos famosos planes que son coyunturales -no estructurales- y que ayudan a disimular la desocupación al Gobierno Provincial. Son casi 15.000 los Argentina Trabaja y 12.000 los Ellas Hacen. Con lo cual la venta ambulante se convierte en muchos momentos en un paliativo más y no en el sustento esencial.
6. “Nosotros no somos ladrones”, le gritaba desaforado el líder de los ambulantes, Claudio Robledo, al Jefe de Policía, Dante Bustamante. “Ustedes tienen 12 presos después de los saqueos”, metía su estiletazo verbal en el lugar donde más le duele a la Policía y al Gobierno. Los años no pasan en vano y la gestión alperovichista hace agua por muchos lados. A sabiendas de sus faltas, en vez de notificar a los ambulantes de que había llegado el punto de cumplir con la ley, se sentaron a dialogar de igual a igual cuando no lo son, ¿o sí?
7. Alperovich y su Gobierno están débiles. Por eso ahora no se trata de cumplir la voluntad del mandamás sino de hacer acatar la ley. Tal vez por eso el gobernador permitió que participe, dialogue, opine y hasta intervenga la Federación Económica encabezada por Pedro Omodeo, pero también acompañada por una importante cantidad de empresarios. No es común que se dé este trabajo conjunto.
8. El gobernador siente que Domingo Amaya fue un traidor en las últimas elecciones y le cuesta dialogar con él, pero si hay alguien a quien no quiere ver es al secretario de Gobierno, Germán Alfaro. Sin embargo, el Poder Ejecutivo tuvo que reconocer que todo esto empezó mal por la soberbia de querer hacer todo per sé y por olvidar que era un problema municipal.
9. Esta nueva movida comenzó después de la paliza de las elecciones. Alperovich voló de Tucumán y, cuando regresó, algunos funcionarios intentaban dar señales a sectores sociales menos populares de que se cumplían las leyes. Políticamente los ambulantes son de un sector que siempre respaldó y estará con el peronismo. Por ello hacer cumplir la ley no va a ser una pérdida política ni para el Ejecutivo ni para el municipio. Cuando eso quedó claro les fue más fácil actuar. Fue un ejemplo ver a Alfaro y a la secretaria general de la Gobernación Carolina Vargas Aignasse sentados a la par en pos de un objetivo común. Alperovich no lo hizo: sus debilidades lo permitieron.
10. Cuando a Vargas Aignasse le consultaron sobre la posibilidad de dar salidas de subsidios, ella aclaró que no era su área. Tampoco es directamente un problema que debería atender esta funcionario. Por las dudas, Jorge Gassenbauer se tapó para no recibir más golpes. También quedó al desnudo la inanición del gabinete. Es un equipo raquítico. No aparecieron otros ministerios que deberían estar poniendo la cara en el conflicto. Vargas Aignasse está jugándose a todo o nada. La erradicación de los ambulantes será una medalla política de todos, pero la falla será sólo de ella. El equilibrio no es una virtud del gabinete alperovichista porque el gobernador siempre lo quiso así.
11. En la conferencia de prensa en la que Municipio y Poder Ejecutivo estuvieron juntos, el secretario de Gobierno de la Municipalidad puso el dedo en la llaga, pero también dio en el centro del blanco. Esta cuestión no es de una semana. Durará muchos meses. Los ambulantes son “buscas” que no se darán por vencidos. La perseverancia será la mejor persuasión para que, de una vez por todas, acepten una o todas las propuestas que se les hicieron para irse. Las tensiones se prolongarán avanzado 2014 y el manejo del tiempo no suele ser una virtud en los políticos actuales. La ambición y la ansiedad suele ganarle a la paciencia y a la tranquilidad.
12. Por primera vez en años, el Gobierno provincial ha decidido actuar en forma conjunta. Tal vez sea un aprendizaje de que los tiempos cambian y que los resultados pueden ser mejores si se transita por el camino del diálogo y de la ley, y no de la agresión y la prepotencia institucional.
Síndrome “Miranda”
No toda la semana fue así para el mandatario provincial. Cuando LA GACETA le pidió una entrevista para hablar sobre los saqueos, uno de los peores momentos vivido por la provincia en los últimos 30 años, el gobernador fue grosero. Respondió que sólo se quería perjudicarlo, aunque lo dijo en términos más chabacanos. Algo parecido ocurrió cuando se descontroló por preguntas de una periodista de radio Universidad. El oficio de la prensa es preguntar y el del funcionario es responder porque tiene un mandato público. Esto es algo que le cuesta comprender al gobernador, que aún sigue desvelándolo por qué los peronistas de sectores en los que hizo obritas no lo acompañaron.
Al gobernador lo desvelan los dos últimos años que le quedan de gestión. Sabe que es el gran elector, pero no tiene candidatos -los hay pero no le aseguran el triunfo- con mayúsculas. Teme como nadie padecer el síndrome “Miranda” ya que sería su peor adiós. Cuando Alperovich ganó la gobernación obtuvo un porcentaje mucho mayor de votos respecto de los que sacó su padre político, Julio Miranda, dos meses después para ser electo senador. En 2015 alguien será candidato a gobernador en agosto y en octubre se elegirá presidente de la Nación y otros escaños nacionales como los de diputado y los de senador, lista en la que podría estar Alperovich. Padecer aquel síndrome lo debe aterrar.
Alperovich no dejó crecer nada a su alrededor. Entre broma y broma, en los asados estiraba su mano derecha y acercaba los dedos pulgar e índice, dejaba un estrecho espacio entre ellos y arengaba: “así quiero que crezcan. Un poquitito, nada más”. Buscó que su figura se agigantara y ahora no hay delfines ni grandes dirigentes que acompañen este proyecto. En 2015, en una elección a senador, puede sentir el frío de la soledad.
Esclavos de los víveres
Si hay algo que ha caracterizado siempre a Alperovich ha sido su suerte. Hasta ahora la única oposición que surge dentro del peronismo ha nacido muerta. Increíblemente los tres legisladores que adhieren al proyecto de Sergio Masa -José Orellana, José Teri y Gerónimo Vargas Aignasse- demostraron esta semana su incapacidad para caminar solos. Se llenan la boca de discursos antikirchneristas (tan luego después de haber disfrutado de las mieles durante nueve años seguidos), pero, además, se niegan a salir del bloque alperovichista. En otras palabras no quieren que le corten los víveres. No quieren soltar la teta de la gordísima vaca lechera que administra Antonio Ruiz Olivares desde la secretaría de la Legislatura. Orellana, Vargas Aignasse y Teri no están dispuestos a resignar el dinero en negro que les aporta el oficialismo en la Cámara y no tiene la altura suficiente para transitar por la Siberia legislativa que padecen los que le dicen no a Alperovich. El discurso que intenta construir Massa, quien también se alimentó en la chacra kirchnerista, busca diferenciarse desde una política más prolija y previsible. Indudablemente, el trío tucumano no lo entendió.